domingo, 8 de septiembre de 2013

SUEÑOS DE UN POETA


El poeta atilda sus recuerdos con palabras escogidas, palabras que rememoran las caricias y los besos pretéritos de un niño que dejó de serlo. La humildad de su pueblo y la vida del campo, tan básica, tan austera, tan ingrata en la mayoría de las ocasiones, le hacen, no obstante, sentirse desde la distancia aprisionado, secuestrado sobre un suelo de asfalto. Junto a él miles de semáforos cambian de manera intermitente y sistemática...Rojo, verde, ámbar. Continúa caminando como un autómata más. El humo de automóviles modernos impregna las esquinas de las calles modernas y los bloques de pisos modernos se erigen idénticos sobre las anchas aceras. Las tiendas modernas, las cafeterías modernas, los bares modernos, incluso las tascas modernas hacen mella en algún lugar de su corazón, en el que aún existe un hueco para ese pasado que por no encajar dentro de este presente dejó de ser símbolo de modernidad.
Los olores del pueblo son el olor de su niñez y el color blanco de las casas encaladas y el ardiente sol filtrándose entre los álamos y el río cristalino donde se bañaba y el pan recién hecho y las partidas de cartas y las copas de anís y la taberna de "El Perlas" y el vino del país y la cara surcada de su padre risueño y las manos cansadas de su madre, de la que conserva intacto  el reflejo de su voz y las ristras de pimientos rojos secándose en las ventanas y las sábanas recién planchadas y el fuego encendido y las castañas asadas...son ahora para él como un indulto, como un pequeño y personal indicio de libertad que tras los años quedó latente bajo miles de signos de urbanidad.
Desde el balcón de su casa es imposible ver la luna. Una vez que cae la noche, desde la correspondencia apilada, aún sin abrir sobre su mesa de trabajo, surgen destellos de sociedad y el contestador automático le presta a su soledad un cierto aire sonoro. La cafetera ha llenado ya la jarra de café y el poeta insistente y empedernido lo saborea rimando palabras, conjugando letras, buscando un sentido al calor de lo que ya vivió.
Una vez más trata de reconstruirse sobre sí mismo, como si cada vez pesara más el de antes, como se el de ahora no estuviese dotado de una existencia perfecta...y así, perdiéndose entre los brillos de hace mucho más de quince años, escribe buscando el origen de un hombre que se siente perdido.
El poeta siempre soñó con nubes blancas de algodón

1 comentario:

Adelea Rojo / Carmen M. Olea dijo...

Bienvenido Jose Maria Souza. Pasaré por tu blog para visitarlo y así compartiremos escritos y sentimientos. Un placer saludarte. Hasta pronto.