CHRISTIAN HOPKINS. |
y el eco mudo de las manos.
La vida sigue...
indiferente y ajena.
Cerremos los ojos
y saboreemos desde esta fiel oscuridad
la sal de un océano que nos ahoga.
Puede que algún día
vuelvan a sonar nuestras risas...
y que los colores inunden de nuevo
las madrugadas más blancas.
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