La ciudad
del amor surgió allí mismo, en aquel
instante en el que la niebla se dispersó. Todo lo que antes había sido real comenzó
a difuminarse lentamente, a perderse entre la caprichosa intimidad del tiempo y
del espacio. Ellos ya no habitaban la fría llanura donde el aire se hacía
irrespirable. Flotaban ahora sobre suelos de agua limpia y salada. Nadaban
ahora para acercarse y rompían así los límites de los besos y de las calles.
Caricias líquidas. Transparencia en las miradas. Cuerpos al fin enamorados. Sin
pasado. Sin futuro. Sólo él y ella sobre el agua de un mar inventado.
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