domingo, 18 de agosto de 2024

DOMINGO 28 DE FEBRERO. 2021


Desde pequeña, ya me fascinaban los cuentos. En este libro (“El elefante desaparece” de Haruki Murakami) he podido disfrutar de 17 relatos. Sus protagonistas viven en un mundo donde lo extraordinario se mezcla con lo cotidiano; con toda la fuerza y con toda la naturalidad. Lo sorprendente y lo mundano se fusionan de tal manera que uno se siente parte integrante de este universo inquietante y extraño creado por Murakami.

Destaco la capacidad para transmitir el tedio de los domingos por la tarde, la música clásica que siempre acompaña a los personajes, las relaciones sexuales teñidas de una curiosa frialdad. Destaco lo cotidiano, más realista y mezclado con lo fantástico, sorprendente y surrealista que hace que la trivialidad que existe en nuestras vidas adquiera otro tono, otro halo.

Ya desde pequeña me fascinaban los cuentos y sigo así; en esa onda de relatos y sucesos, de personajes, espacios y tiempos que me hacen pensar, leer, escribir, disfrutar.

 

 


GOODBYE, MINEÁPOLIS

Me gustaría vivir en un moderno apartamento de Mineápolis desde donde se pudiera divisar la mejor vista urbana determinada por muchos rascacielos, aunque no sean los neoyorkinos y desde allí, me gustaría escribir una novela protagonizada en parte por el río Misisipi.

Y salir cada mañana y pasear por parques y admirar los lagos y documentarme en el archivo de la gran ciudad, acumulando información, sin saber muy bien hacia dónde me podría conducir.

Me gustaría que la protagonista de mi novela fuera una mujer que llega a Minesota desde Berlín. Huye de una relación tormentosa y acepta una oferta laboral con condiciones nada despreciables. Danna es periodista y a través de sus investigaciones empieza a defender el absurdo presentimiento de que el mundo está amenazado por la inminente irrupción de un virus que acabará con la vida de miles de personas. La neumonía bilateral se convertirá en el principio del fin y mientras tanto el ahogo, la asfixia, la incapacidad para encontrar el aire, la tos persistente, la fiebre alta…serán los síntomas más comunes.

Con su trabajo constante irá perfilando la enfermedad, tomando apuntes, llenando cuadernos, investigando…Tiene que ser una enfermedad altamente contagiosa en la que la cercanía de cualquier ser humano resulte peligrosa y amenazante para los demás. Combatir su propagación tendrá que pasar por estrictas órdenes que viajarán obligatoriamente desde el ámbito de las altas autoridades sanitarias hasta los gobiernos de todo el mundo. Las medidas han de ser rotundas: distancia social, aislamiento, prohibición absoluta de asistir a lugares públicos; prohibida cualquier concentración de gente. No cine, ni teatro, ni cafeterías, ni bares, ni pubs, ni librerías, ni clases presenciales, ni relaciones sociales, ni bailes…Confinamiento decretado por los gobiernos y estado de alarma y toque de queda. Después autoconfinamiento como sugerencia constante, como fórmula para asegurar la vida, la continuidad de la existencia. Contra la enfermedad y la muerte, la soledad como única opción.

Situación excepcional, caída de la economía, crisis existencial, debilitamiento social, miedo, turbación, extrañeza, desconfianza.

Fatiga pandémica con el paso del tiempo. Un tiempo que avanzará como vacío de significado, como por inercia.

Hospitales colapsados y personal sanitario agotado por el exceso de trabajo y por el desgaste emocional que supone no poder salvar a la gente; ser testigos impotentes de la tragedia…

Paro aquí. Creo que se me está yendo de las manos. ¿Quién en su sano juicio podría creerse una historia similar? Autocrítica. Autocensura. Sí; me pasa mucho. Es el proceso creativo y sus altibajos. Vuelvo a releer. Me he dejado atrás el río Misisipi.

Podría plantearlo como un hermoso lugar para los días tranquilos donde seguramente habrá zonas de pesca y otras para descansar, para respirar aire puro, para estar en familia…

¡QUÉ HORROR!

La novela se me viene abajo, no tiene fuerza. Un confinamiento mundial desprende cierto aire literario pero muy poca verosimilitud. Estoy al borde del bloqueo. Lo mejor es dejarlo estar. Guardar estos folios en un cajón con llave, echar la llave y guardarla en otro cajón con llave. Salir de casa. Buscar un sitio que me guste, un lugar donde haya árboles, sentarme y mirar cómo se filtra la luz del sol entre las hojas. Leer. Continuar mi vida y plantearme como una obligación olvidarme de esta idea que como germen de mi primera novela es un auténtico desastre. Sortear el fracaso y también la frustración. Seguir adelante; claro está.

Buscar nuevas ideas.

Una pandemia no se sostiene, no en los tiempos que corren. A nadie le interesaría leer algo así ya que no estamos en una situación de fragilidad. El ser humano es fuerte y esa fuerza está avalada por la medicina, por la ciencia, por la tecnología, por el siglo XXI, en definitiva.

¡Joder!

Así que mi idea es absurda. Ya está. Otras llegarán. Mientras tanto yo con los pies en el suelo, sobre este suelo de mi pueblo del sur. No pasa nada. Seguiré buscando.

Goodbye, Mineápolis.

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