lunes, 19 de agosto de 2013

INSTANTES

Imagen: MERITXELL RIBAS
El tiempo permanece y confluye sobre el borde de la aceras, cruzando gestos insignificantes, desbordándose sobre las turbulencias azuladas que jamás se disipan. A veces cruza túneles de oscuridad y otras atraviesa las calles en las que es imposible calcular los garajes que se disponen quietos en una sola dirección. El tiempo puede ser uniforme y puede ser insuficiente. En ocasiones amaina en su vertiente tormentosa, cuando ya se ha integrado en la esfera de lo temible.
La ciudad constituye el eje principal y cuando parece que nadie es capaz de sobreponerse ante las leyes de un mundo tan breve, triunfan de nuevo los INSTANTES y la VERDAD; tan frágiles como un reloj de arena.
De nuevo el tiempo, con su rostro que nunca imagino pálido ni deforme.
Rostro de aire, piel feroz, labios aislados que besan con todas sus fuerzas e inspiran los colores más brillantes, los relieves más visibles, los sudores más penosos.
El tiempo siempre gana porque sabe esperar, porque nunca se rinde, porque mira sentado la colección de recuerdos que triunfará mañana; la suerte que se dirige siempre hacia el norte, los sufrimientos que estrellaron sobre un bordillo, el dolor que hace triunfar la soledad.
Se atreve a ser inverso, a abrir las vidas lineales, a preguntar dónde se sitúa el epicentro para levantarse sobre él como un tornado que no deja rastro ni manchas visibles, para engullir las pocas fuerzas que quedan a su alrededor.
Quiero escapar, pero mi carrera es precaria. Corro sobre la tierra violeta y sobre el cielo marrón.
Es breve la paz.
La confianza es lo contrario.
No puedo elegir lo que me conviene.
El tiempo descansa tumbado sobre un banco del parque, quizá porque siempre es demasiado tarde.

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