miércoles, 21 de junio de 2023

30 DE JUNIO DE 2020

 


Recupero esto que he encontrado escrito en un cuaderno. No tiene fecha, lo he encontrado hoy. Lo anoto aquí por si más adelante me sirve para algo.

Escribir y no parar, como si tuviera miedo de algo, como si estuviera huyendo de lo que me da miedo. Porque el miedo y la huida son lícitos, tan lícitos como el amor, la pasión o el deseo. Me gusta salir de noche y perderme en esta ciudad de calles infinitas porque en ellas estoy yo, desde el principio, desde mi infancia; recorriéndolas de la mano de mi madre. Siempre miraba los balcones para descubrir si había alguien asomado, alguien que pudiera observarnos desde arriba. Una madre y su hija pequeña, cogidas de la mano. Yo…quería que todo el mundo me viera, que todo el mundo supiera que ella era mi madre. Ahora recorro las calles sola. Me gusta deleitarme en los detalles. Por ejemplo, me fascinan las aceras y todas las cafeterías que hacen esquina y las tiendas de comestibles; esas que suelen cerrar muy tarde; sobre todo si tienen fruta en la puerta. Me gusta comprar naranjas cuando es de noche. No digo que no sea raro, pero a mí me gusta.

 

Es un fragmento inacabado, nuevamente un esbozo de soledad. Otra vez la ausencia de mamá, su muerte repentina, la niña desubicada, desolada, perdida…que lucha por hacerse un hueco en un mundo que ya no era su mundo. Asumir todas las diferencias, asumir la pérdida, la súbita desaparición de la persona que más te quiere, de la persona que te protege. Quizá demasiado para una niña de 10 años que a pesar de todo logró convertirse en la mujer adulta que soy hoy. La misma mujer que pasea sola por las calles de la ciudad, la misma mujer que compra naranjas cuando es de noche. La que mira hacia el pasado para recrear aquella felicidad que fue, que existió, que la conformó como persona antes de dejarla desnuda en esta orilla incierta en la que aún continúa tendida, asumiendo cualquier brisa, cualquier armonía, cualquier luz, cualquier rumor que hable de amor, de pasión y de deseo.

 

INSTRUCCIONES PARA CAMBIAR LAS COSAS.

 

 

La belleza de la magia reside en difuminar la realidad en favor de todos aquellos sueños que podrían proyectarse sobre la inmensidad del mar; y a partir de ahí creer firmemente que TODO ES POSIBLE. El ritual consiste en mirarte en un espejo, en pronunciar las palabras correctas y en atrapar el brillo de tus propios ojos, de tu propia sonrisa. A partir de ahí dejarás de pertenecer al mundo de los escépticos para pasar a habitar un mundo sin fronteras, sin límites, sin banderas. Un mundo en el que nadie naufraga jamás porque en este lugar los mares no ahogan. Elévate; aquí tampoco hace frío y el aire es tan puro y transparente como quieras imaginar. Son las condiciones idóneas para diseñar cualquier beso, cualquier deseo, cualquier futuro, cualquier historia de amor por imposible que te pueda parecer.

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